El Banquete de Herodes



Los poderosos nunca han comido como los pueblos. Las condiciones de unos y otros han dado como resultado no sólo gastronomías diversas y opuestas, también grandes brechas de acceso y cantidad de consumo.


Desde su ala de narrador, Otero Silva se sirve de licencias literarias para recrear en palabras y reconstruir con imágenes el fatídico episodio, “A la cadencia de las arpas se sumaron los trinos de las flautas, el pespunteo de las cítaras y el repiqueteo de los crótalos, y entre todos hilaron una música tan melodiosa como el lenguaje de la Sulamita. Esclavos y esclavas de diferentes razas transportaban en alto las bandeja de plata portadoras de manjares ideados por el eunoco Bocuso, indiscutible inventador de la nueva cocina de Oriente.” 

Con un paso entre la investigación y la imaginación, entre la realidad documental y la ficción literaria de escritor consagrado, nos detalla, además,  el supuesto menú de esa noche. Un menú sofisticado como abundante. Menú de reyes, comida de tronos:


  • ·         Caldos de huevos aderezados con nueces de Esmirna
  • ·         Sopas de leche agria servidas en fuentes de loza china y ornadas con umbelas de hinojos
  • ·         Lubinas del mar Grande escarchadas con semillas de sésamo y raíces de jengibre
  • ·         Truchas del Jordán yacentes entre uvas frescas y pasas de Corinto
  • ·         Tajadas de antílope sumergidas en salsas de bayas de mora
  • ·         Liebres adobadas con clavos y canelas de Ceilán
  • ·         Pichones de tórtola sahumados al vapor de menta
  • ·         Ánades salvajes tapizados por gordas aceitunas de Perea
  • ·         Perdices arrebujadas entre lentejas tiernas y coronadas por higos maduros y albaricoques secos
  • ·         Quesos cuajados con leche de cabras de la Montaña Real
  • ·         Fresas de Jericó empapadas en jarabe de naranjas y espolvoreadas con pimienta verde de Madrás
  • ·         Pasta ligera de almendras maceradas en pétalos de rosas y miel de romero.* 

 A ciencia cierta no podemos precisar el límite entre la imaginación literaria de Miguel Otero Silva y la veracidad de esos platos. Pero del origen mediterráneo, del medio y lejano oriente de sus ingredientes y de su elaborado exotismo y cantidad de platos, podemos afirmar que de seguro si fue posible.
 Hoy en pleno siglo XXI, cada plato puede ser un reto  a la imaginación e investigación de un chef de cocina o para un joven estudiante de gastronomía… A pesar de las brechas.

*Miguel Otero Silva (1984) La Piedra que era Cristo Editorial Panapo-Editorial Oveja Negra páginas 47-48.


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